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Maduración Psicomotriz en el primer año del niño

Lydia F. Coriat

La coordinación de los reflejos

Los reflejos son reacciones automáticas desencadenadas por estímulos que impresionan diversos receptores. Tienden a favorecer la adecuación del individuo al ambiente. Enraizados en la filogenia, provienen de un pasado biológico remoto, y acompañan al ser humano durante la primera edad, algunos durante toda la vida.

A medida que avanza la maduración del sistema nervioso, los estímulos que desencadenan reflejos van provocando respuestas menos automáticas, en las que comienza a vislumbrarse el sello del componente cortical: a la sombra de los reflejos arcaicos, íntimamente amalgamada con ellos, utilizando los elementos que proveen sus esquemas de acción y nutriéndose de la experiencia adquirida al ejercitarlos, se desarrolla la actividad psicomotriz voluntaria.

Aunque resulta didáctica cierta discriminación, conviene estar avisados de los riesgos de un esquematismo que intente estudiar aisladamente cada reflejo: ellos constituyen un todo armónico, están íntimamente imbricados entre sí, interrelacionados unos con otros. Sus respuestas dependen de las necesidades fisiológicas del momento en que se los solicita, del estado emocional del niño, y por cierto también de las características del contexto ambiental. Como señaló Houssay, “Un reflejo aislado es una abstracción teórica, conveniente para el análisis de los fenómenos nerviosos, pero no existe en la realidad”.

Con la salvedad hecha, en el capítulo dedicado específicamente a los reflejos arcaicos, se considerarán los de Moro, tónico cervical asimétrico, palmomentoniano, de conexión mano-boca, de Landau y de ojos de muñeca japonesa.

Muchos reflejos arcaicos se obtienen por estímulos aplicados sobre zonas cutáneas. Por eso ubicamos en el capítulo correspondiente a los reflejos superficiales, los reflejos orales, de incurvación del tronco, de defensa plantar, de extensión cruzada y cutáneo plantar; por razones topográficas describimos junto a los últimos al reflejo de prensión plantar pese a ser éste un reflejo postural. El de prensión palmar fue incluido en el capítulo dedicado al desarrollo de la mano. Entendimos adecuado describir entre las pautas motrices del primer trimestre la compleja sinergia extensora conocida como reflejo de apoyo, enderezamiento y marcha automática.

De los reflejos superficiales y musculares profundos seleccionamos para su estudio sólo aquellos que presentan características diferentes en distintas edades; los que carecen de variaciones evolutivas escapan a los propósitos de este libro y pueden ser estudiados en textos de neurología.

Por la importancia que tienen en el proceso de adaptación y de aprendizaje incluimos un breve capítulo sobre reflejos condicionados.

Los reflejos comparten, con el resto del proceso evolutivo, las características dinámicas de la maduración infantil; parece hoy lejano el concepto mecanicista, estático, rígido, con que eran abordados hasta hace pocos años. Enraizados en el proceso de maduración, los reflejos se desarrollan, se modifican, se adaptan a las circunstancias del momento, del medio, de la salud general del niño, de su edad, de su temperamento; y ofrecen al observador una gama de variaciones individuales que, además de informar sobre el estado actual, el aquí y ahora, proveen elementos de juicio para anticipar aspectos del futuro y predecir el ritmo del desarrollo psicomotor.